Analía Flores nos presenta a su vecina July, que suele venir a pedirle algo para leer. A veces está apuradísima, devuelve el libro y pone patas en polvorosa.
Otras puede tomarse un descanso en su agitada agenda y se sientan a compartir impresiones.
Pero siempre de la puerta para afuera, porque Stuart no la deja pasar y en casa de Analía se hace lo que él manda.
Una puerta quedó entornada con dignidad para no ofender orgullos, y un rato después la mancha negra empezó a dibujar su espiral cautelosa sobre las baldosas rojas del líving, buscó una alfombrita cerca de la chimenea, y yo que leía a Paco Urondo escuché por ahí el primer mensaje de la alianza, un ronroneo confianzudo, entrega de cola estirada y sueño entre amigos. A los dos días me dejó que lo cepillara, a la semana le curé las mataduras con azufre y aceite; todo ese verano vino de mañana y de noche, jamás aceptó quedarse a dormir en la casa, qué te crees, y nosotros no insistimos porque ya pronto nos volveríamos a París y no podíamos llevarlo con nosotros, los gitanos y los traductores internacionales no tienen gatos, un gato es territorio fijo, límite armonioso; un gato no viaja, su órbita es lenta y pequeña, va de una mata a una silla, de un zaguán a un cantero de pensamientos; su dibujo es pausado como el de Matisse JULIO CORTAZAR
ResponderEliminarIncreíble fragmento. Gracias por compartir!
ResponderEliminar...Y los gatos, siempre inevitablemente los minouche morrongos miaumiau kitten kat chat cat gatto grises y blancos y negros y de albañal, dueños del tiempo y de las baldosas tibias, invariables amigos de la Maga que sabía hacerles cosquillas en la barriga y les hablaba un lenguaje entre tonto y misterioso, con citas a plazo fijo, consejos y advertencias.
ResponderEliminarJulio Cortázar-Rayuela
¡Tu blog es hermoso! Gracias.
Gracias, Analia! Otro pasaje memorable de Cortázar!
ResponderEliminar